-¡Matthew!- lo llamó, con una sonrisa emocionada en los labios. Curiosamente, iba vestido de militar camuflado (hasta el rostro pintado de marrón y verde llevaba) y sostenía entre una de sus manos el último modelo a escala de un acorazado que Japón le había entregado recientemente.
Tenía deseos de mostrárselo por el simple hecho de que habían crecido y jugado juntos desde siempre y era una costumbre para él compartir cada una de sus nuevas adquisiciones con su hermano.